Nací en Igea, un pueblo de La Rioja Baja, en 1953, estoy casado, tengo una hija y vivo en Logroño. Por primera vez (no me acuerdo ni cuando tuve que escribir mi primer currículum, pero seguro que fue algo mucho más formal), voy a escribir mi propio perfil. Solo se lo daré a revisar a mi mujer, que es mi mejor consejera. El que tenga paciencia que lo termine.
Antes que político fui, soy, profesor. Di clases en el País Vasco, tres años en Nájera y luego dirigí el Centro de Educación Especial Marqués de Vallejo. Fui miembro fundador de Asprodema, la Asociación Promotora del Deficiente Mental Adulto. De estas dos últimas cosas me siento especialmente orgulloso. En 1989 me afilié al Partido Popular y comencé en un cargo público como director general de Bienestar Social del Gobierno de La Rioja. Desde 1993 soy presidente del PP en La Rioja y desde 1995 presidente de la Comunidad Autónoma. Y lo demás, ya lo saben. De política, voy a contar muy poco.
El gusto por la política, o más bien por el servicio a los demás, lo aprendí de mi padre, a quien perdí recientemente, uno de los golpes más duros de mi vida. Me considero una persona bastante normal. Me gusta leer, escuchar música, viajar, pasear. Desgraciadamente, por mi trabajo tengo menos tiempo para esas cosas del que me gustaría. O a lo mejor es que no sé sacarlo.
Lo mejor de mi trabajo es la oportunidad que me da de conocer a gente muy interesante, y no me refiero solo a gente conocida. He aprendido mucho de mucha gente: de la gente mayor de los pueblos especialmente, pero también de empresarios (reconozco que para una persona que ha vivido vinculado a lo público, mi paso por la política me ha hecho admirar profundamente a las personas emprendedoras), de los trabajadores, de los jóvenes … de muchísima gente normal con la que tengo la oportunidad de hablar. La segunda cosa más destacable es la oportunidad de conocer también muchos lugares de fuera de La Rioja y de mi tierra. Durante estos años como presidente he recorrido buena parte de España, algunos países, pero, sobre todo, me he pateado toda La Rioja (no sé si habrá mucha gente que la conozca mejor que yo, la verdad, o por lo menos que haya hecho más kilómetros). Claro, conocer mucha gente y muy diferente y muchos lugares y la obligación de tener que saber de muchos temas yo creo que es la otra gran ventaja de la política. Te llevas muchísimas cosas en la mochila. No sabrás de nada profundamente pero al final tienes un conocimiento grande de muchísimos temas. También me gusta la oportunidad que me da de ejercer de riojano. Intento ser el mejor embajador de mi tierra. Del vino, de San Millán, de los dinosaurios, pero también del último pueblito de la sierra, que creo que hay que darla más a conocer. Y, por último, la sensación de sentirme útil, de trabajar para los demás. Así, sin más. La mayor equivocación de mi vida política seguramente fue decir que no volvería a presentarme y hacerlo. Pero es que reconozco que esto me tira, creo que es el oficio más bonito del mundo. Y no hablo de la erótica del poder, que me interesa bastante menos que lo que mucha gente piense.
Si tuviese que decir lo que menos me gusta de mi trabajo, posiblemente sean las jornadas alargadas infinitamente (reconozco que sarna con gusto no pica y que queremos estar en todos los sitios, pero me quita mucho tiempo para mi familia, para mi mujer, para mi hija, para estar en Igea con los míos). Creo que los políticos hablamos mucho de conciliar pero no predicamos en absoluto con el ejemplo. Seguramente sea imposible ya cambiar esto. Otra de las cosas que menos me gusta es el ser bastante esclavo de una agenda y de un protocolo. Esto te obliga (y, a veces, te das cuenta que te contagias) a ser a un poco distante (me esfuerzo para evitarlo), tener que guardar unas formas, tener que ser muy oficial e institucional en mis comportamientos y mis declaraciones, seguir un protocolo. En suma, te resta naturalidad. A veces, yo creo que a todos los políticos nos gustaría mostrarnos más como somos. Tampoco me entusiasma tener que estar tan pendiente de lo que opinen y escriban de uno, de los medios de comunicación, de estar un poco obligado a medir las palabras. Creo, sinceramente, que para todos los políticos sería bueno una desintoxicación de medios durante una temporadita. Por las mismas razones, no llevo muy bien lo de la disciplina de voto. Creo que limita bastante la libertad personal, pero hasta ahora los políticos y los partidos en España no hemos sabido buscar una solución más inteligente para no convertir las instituciones en una jaula de grillos. Nosotros, además, los latinos, tan pasionales y cainitas, tan de reinos de taifas. El Mediterráneo y nuestra historia nos marcan a fuego, sin duda. Por último, creo que una de las cosas que peor hacemos los políticos es no saber reconocer los errores propios y los aciertos ajenos. Y muchas veces pienso que los ciudadanos nos valorarían más. Pero se mete uno en esta espiral…
Ideológicamente creo que la palabra que mejor me define es liberal. Y también progresista, por qué no. No creo que esta palabra deba ser patrimonio de la izquierda. Y religiosamente, soy católico, voy a más misas y procesiones por obligación que por devoción pero, sinceramente, siento bastante admiración por los practicantes de diario. Se suele decir que no te deben preguntar a quién quieres más si a tu padre o a tu madre, pero yo debo reconocer que, seguramente por vocación y por profesión, siento especial debilidad por las políticas sociales y por la infancia. De casta le viene al galgo. (Así que nada, si Rajoy se plantea hacerme ministro, cuando le toque, ya sabe, a mí nada de Agricultura como se ha rumoreado mil veces; a mí a Asuntos Sociales, Servicios Sociales, Bienestar Social o como quiera llamarle a esa cartera. No, es broma, yo creo que, de verdad, no puedo sentirme más realizado que siendo presidente de La Rioja).
En cuanto a mis iconos, admiro a gente muy variada y de muy diversas tendencias. Disfruto escuchando sobre todo a los sabios mayores: a Gustavo Bueno, a José Antonio Marina, a Punset, a Manuel Castells, a José Luis Sampedro, a Rojas Marcos, a Valentín Fuster, a Amando de Miguel… No sé, me parecen gente admirable por su cabeza pero también por lo que se intuye, por lo que se transparenta de su forma de ser.
He dicho que me gusta viajar y, por ejemplo, una de las cosas que me gustaría hacer alguna vez en la vida (supongo que tendrá que ser cuando deje la primera línea) es recorrer el Camino de Santiago. Por una cuestión espiritual, personal (de conocerme más a mí mismo, tener más tiempo para pensar sin el agobio de la agenda) y por las oportunidades de conocer a gente variopinta que te siga enriqueciendo. También me encantaría volver a algunos sitios a los que mi agenda política me ha llevado, pero que no he conocido como me gustaría. Un ejemplo es la ciudad de Buenos Aires, que creo que tiene algo cautivador y a la que me gustaría volver con mi mujer y sin prisa.
También disfruto cogiendo un palo y dando largos paseos por Villamediana o por Igea. Lo hago siempre que puedo. Me ayuda a desconectar, pero también a pensar con algo más de serenidad. Y de vez en cuando te encuentras gente que te hace preguntas más inteligentes seguramente que mis respuestas. Creo, y lo repito, que de la gente normal se aprende un montón. Yo, por ejemplo, mi conciencia sobre la necesidad de proteger en medio ambiente, creo que me viene más de hablar con los mayores que de mi faceta política (y no será por todo lo que me ha tocado leer y ponerme al día de desarrollo sotenible, de energías renovables, de cambio climático, de efectos invernaderos…).
Otra de mis aficiones es la bicicleta. Cada vez que puedo cojo la bici y me dirijo hacia los pueblos de la zona del Camero Viejo… hasta donde llegue. Aunque mis amigos me dicen que debería tomarlo con más calma y hacer menos kilómetros, supongo que va en mi carácter aprovechar el tiempo el máximo posible y esforzarme. Además, otra de mis grandes pasiones -confesada muchas veces- es la pelota. Me gusta ver jugar a la pelota y, cuando puedo, jugar a pala. Disfruto enormemente viendo a nuestro paisano Titín ganar cada partido del cuatro y medio y como está haciendo valer su experiencia y su casta en cada tanto.
He dicho antes que La Rioja debe ser más conocida y creo que, incluso, por muchos riojanos. Elegir un único sitio es de verdad muy comprometido, así que diré algo que, por esperable, me compromete poco. Creo, por ejemplo, que merece la pena acercarse hasta Igea desde Arnedo, por la carretera que pasa junto al Carrascal de Villarroya, Turruncún… Sinceramente, creo que es un paisaje inesperado y que más de uno se sorprendería.
En cuanto a mis lecturas, leo cosas muy variadas. Ya lo he dicho, menos de lo que me gustaría. Es mentira, en realidad estoy todo el día leyendo pero informes, leyes, presupuestos… Como estilo, me gusta el realismo español del XIX, Galdós, Baroja, toda la generación del 98. Y por destacar un libro que me ha marcado, San Manuel Bueno, mártir, de Unamuno. Y entre lo último, El guardián de la flor de Loto, de un joven riojano, Andrés Pascual.
Musicalmente soy bastante variado. Me gusta la música clásica, el gregoriano (hasta toco un poco el piano), últimamente me están enseñando a apreciar el flamenco, y reconozco que hay muchas canciones pop que me encantan. Una canción, por ejemplo, de los últimos años que podría oír mil veces es Todo se transforma, de Jorge Drexler. Lo ultimísimo que he escuchado este verano es el disco de Soledad Giménez, que incluye, por ejemplo, una versión de esta canción, entre otras, y me ha parecido fantástico.
Al cine reconozco que cada vez voy menos pero de vez en cuando saco tiempo para ver algo en DVD. Me gusta bastante el cine clásico (el cine negro americano, el antiguo y el moderno) y las pelis de vaqueros me distraen bastante. No soy muy de autores de culto. Me gusta casi todo lo de Clint Eastwood, como actor y como director, muchas películas de Paul Newman, cosas de Coppola y de Scorsese, aunque no todo. Creo que se me nota un poco la edad… Entre las pelis que me parecen memorables destacaría El hombre tranquilo, con un John Wayne impresionante, y entre lo último que he visto, En tierra de nadie, una película sobre el disparate que son las guerras.
Hay cosas que me atraen mucho pero a las que nunca les he concedido el tiempo suficiente y espero poder algún día dedicárselo. Por ejemplo, la fotografía, algo de lo que he hablado muchas veces con mi amigo José Luis. Pero no tanto por la belleza que se pueda obtener de una imagen sino por esa cosa mágica que tiene de atrapar el tiempo, de capturar cada instante. Creo que tiene un valor testimonial, de memoria, importantísimo. De hecho, me gusta mucho ver fotografías realistas en blanco y negro, de grandes autores pero también cualquier álbum familiar de fotos antiguos. No sé si habrá una persona en La Rioja a la que le hayan sacado más fotos. A ver cuándo me toca a mí.
Dos de mis pasiones desconocidas por la gran mayoría pero bien sabidas por los míos: familia, amigos… Me vuelve loco el chocolate, en todas sus variantes. Y colecciono plumas estilográficas. Con esto siempre se acierta conmigo.
Lo último por lo que siento una gran curiosidad es por toda esta revolución que supone Internet. Me niego, por generación, a quedarme atrás y a resignarme. Ya sé que nunca alcanzaré las habilidades de las nuevas generaciones, esto que llaman los nativos digitales, pero creo que es una obligación estar al día porque es el presente, no el futuro. Y, que duda cabe, por las posibilidades gigantescas de comunicarnos que nos brinda. He empezado con este blog, que es una forma de expresarme con más libertad, esa que a veces echo en falta. Pero también las redes sociales me llaman mucho la atención. Cualquier día me veo abriendo un perfil en Facebook. No es una amenaza.
Esto lo terminé de escribir un sábado, 7 de noviembre por la noche en mi casa de Logroño (y espero no tener que arrepentirme)