Don Alejandro

Don Alejandro, el maestro. Así lo conoce todo el pueblo de Murillo de Río Leza. Don Alejandro Esteban Pisón. Maestro de las escuelas durante más de 40 años: todo un pueblo ha pasado por sus manos.

¿Qué ha debido hacer este hombre en esas décadas de trabajo para que este fin de semana el pueblo entero saliera a la calle por él? Para saludarle, para acompañarle en estos momentos en que dice que se jubila.

No es habitual en los tiempos que corren que más de mil personas se concentren para darle las gracias a alguien. Para darle las gracias al “maestro de la bata blanca con manchas de tinta de los bics, el de las manos tiznadas de tiza, el de los dictaditos, las redacciones”, pero también al hombre que llevaba a los chavales en su coche a jugar al fútbol con el Rápid y les pagaba algún refresco. Un hombre que como bien dijo Almudena Martínez, enseñó a los niños de Murillo, sobre todas las cosas, “a ser personas”.

Personalmente tuve el honor de conocerlo cuando fue alcalde de Murillo. Y en su persona pude ver a un padre modélico -de siete hijos, por cierto-, a un trabajador incansable –en la granja de pollos que siempre ha tenido y en la escuela-, a un hombre bueno, paciente -que ha dado toda su vida por su municipio y sus vecinos-. Murillo le debe mucho, mucho más que el parque al que se le ha puesto su nombre junto al río Jubera.

Don Alejandro dice ahora que se jubila, pero yo creo que una persona así no se jubila nunca; don Alejandro nos seguirá enseñando siempre.

Cañas, el monasterio de la Luz, joya de nuestra región

Monasterio cisterciense de Cañas

Mariví me acompaña pocas veces en los actos de mi agenda diaria, con la excepción de los principales actos institucionales. Pero el de ayer era un día especial: ambos teníamos ganas de volver a visitar el que a mí me gusta llamar el monasterio de la Luz, el de Cañas, una de las joyas más hermosas de nuestra región.

Y es que ayer se celebraba en Cañas la festividad de San Bernardo de Claraval, que da nombre a las monjas ‘bernardas’ cistercienses. El pueblo al completo -el pueblo que vio nacer a Santo Domingo, al que después llamaran de Silos- abarrotó la iglesia de los grandes ventanales de alabastro blanco, cuya luminosidad encandila a propios y forasteros, para acompañar a las monjas de clausura, que mantienen la abadía, en su día grande. Unas mujeres que no conocen la crisis, que a otros tanto nos preocupa, porque han vivido siempre desde la sencillez y la alegría.

Por eso, una visita a Cañas siempre hace reflexionar; obliga a mirar hacia adentro y pensar con qué austeridad todavía viven personas muy cerca de nuestro entorno; y hace echar también la mirada atrás, a nuestra historia, valorar más el patrimonio que tenemos, nuestro potencial turístico. La Rioja apetece y monasterios como el de Cañas, lo merecen.

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La fotografía es de Fernando del Valle.

La Casa del Maestro, en las Siete Villas

Antaño el maestro era una autoridad en cada pueblo y su casa, una referencia. El alcalde, el cura y el maestro constituían una terna de poder, fe y conocimiento, a los que se les tenía un enorme respeto. A veces, sólo se recuerda a aquellos maestros que hacían mal uso, o abuso de su autoridad, pero en general las personas que se dedicaron a la docencia en la España de la posguerra fueron buenas personas, sencillas, sacrificadas, solidarias y muy generosas con los municipios a los que les tocaba dedicarse.

Yo no llegué a las aulas hasta décadas después, pero como alumno -que fui- y como profesor –que sigo siendo- valoro enormemente su valía. Como alumno, todavía recuerdo el tintero que llevábamos, la piedra de pizarra que me regaló mi padre para poder escribir, o cómo los alumnos llevábamos al maestro en invierno, todas las mañanas, un leño para poder calentar la Escuela y su casa; cierto es que algún día tuve que volver ‘caliente’ a casa por olvidar mi deber. Como profesor, uno aprende a valorar la paciencia, la dedicación de aquellos que me enseñaron, sencillamente a leer o a escribir.

Por eso, valoro muy positivamente la iniciativa de los vecinos de Ventrosa, que han sabido acondicionar la Casa del Maestro y la antigua Escuela, para dar a conocer la historia y vida de los pueblos serranos en un tiempo marcado por la escasa tecnología, un medio natural muy agreste, la autosuficiencia en el campo, el ganado trashumante y la tradición oral. Todo ello se respira todavía en muchos pueblos de la Sierra; todo ello se recoge en el Centro Divulgativo de Ventrosa cuya visita les recomiendo.

Video: “Pueblos Serranos Historia y Vida”

Ventrosa, un municipio bien cuidado que ha sabido conservar su imagen tradicional, en las viejas y en las nuevas obras, como la de la calle que inauguramos. Una de las Siete Villas, zona que te impacta por su belleza natural en el valle alto del Najerilla, en plena Sierra de la Demanda. En dicha zona he podido disfrutar esta semana también de las fiestas y tradiciones de Villavelayo, con motivo de la inauguración de su nuevo frontón. Un frontón que fue inaugurado por jóvenes pelotaris de La Rioja y al son del folclore regional con un remozado grupo de danzas local que tiene mucho futuro por delante.