No me canso ni me cansaré de repetir las bondades, tesoros y deleites de La Rioja Baja. No lo hago por tener allí mis raíces; lo hago convencido porque cada municipio te sorprende, porque conserva un patrimonio histórico, monumental y sentimental riquísimo.
Cuando el turista habla de nuestra tierra, habla de vinos y de bodegas. Habla del Rioja. Pero las entrañas de La Rioja se hunden en la historia, con mucha mayor profundidad en la historia de los tiempos, para descubrirnos una región muy diferente, de guardaviñas y bodegas, pero también de ventas, balnearios, cenobios, monasterios… y castillos. Una tierra de cepas, parras y vides, pero también de huerta, de ribera, de almendros y olivos.
Los trujales de Santa Eulalia y de mi pueblo, Igea, celebraban este sábado la fiesta del oro líquido y me traían los aromas de la infancia: ese olor del aceite pura, virgen, del trujal de sangre que teníamos en los sótanos de la Casa.
La Fiesta de la Pringada celebra la tradición de catar el primer aceite (como hacemos los riojanos con el primer mosto del año), un caldo de oliva que baña rebanadas de pan a la brasa y que rememora un rito que generación tras generación ha vivido, ha celebrado, en la comarca. En Igea decimos la tostá. Una costumbre que reúne a un pueblo, que cita a sus gentes, alrededor de un producto que, junto al vino, ha sido base natural de nuestra economía.
Una economía que en esta comarca está abriendo sus puertas en las últimas décadas al turismo. Son valles con un inmenso valor patrimonial e histórico que en ocasiones faltaba poner en valor, hacía falta restaurar. Es el caso del Castillo de Quel, cuyas obras de restauración –que inaugurábamos el pasado sábado- la convierten en una infraestructura óptima para su explotación turística. Un castillo de pequeñas dimensiones pero cuya Torre del Homenaje engalana las cimas de la villa que vio a nacer a Bretón de los Herreros.
Visiten La Rioja Baja, una tierra que se reinventa, que se redescubre. Se lo recomiendo. Saboréenla, sin prisa; degusten su memoria; capturen las instantáneas del Alhama, del Cidacos; ¡disfruten de sus gentes!
Dice el dicho popular eso de “que no te la den con queso” pero si el queso es de Cantabria, si es un quesuco, la cosa es otro cantar.
El pasado fin de semana el queso unió Cantabria y La Rioja gracias al 28 capítulo de la Cofradía del Queso de Cantabria. Dos comunidades hermanas, uniprovinciales, muy apegadas al terruño, a la cultura de la tierra, que valoran los productos de calidad.
En La Rioja, la tierra con nombre de vino, conocemos y valoramos también la cultura del queso. Quel lo refleja en sus raíces, con la tradición del Panyqueso, declarada de Interés Turístico Regional; Munilla celebra otoño la fiesta dedicada a los quesos más artesanales; y desde hace años, la Denominación de Origen Protegida se encarga de garantizar la calidad del Queso Camerano.
Y cada queso con su vino. Como cada momento tiene su vino. Y para los amantes del queso y del Rioja como yo, no hay mayor placer que disfrutar de estos dos productos juntos y con buena compañía. Y eso es lo que hicimos en Santander este sábado, pues nos recibieron y trataron de forma excepcional, como bien saben hacer los cántabros, y nos hicieron degustar sus mejores manjares, antes de cumplir con el tradicional rito de toda cofradía, la correspondiente investidura y la ofrenda al monumento a la Quesera.
Los miembros del Centro Cántabro en la Rioja y de la Cofradía del Vino de Rioja acompañaron a decenas de cofradías (de la Anchoa, del Salmón, del Orujo, etc) que no se dejaron amedrentar por la lluvia.
A todos los cántabros les agradezco mi nombramiento como Cofrade de Honor.
PD: Las imágenes son de El diario montañés: galería.
No quise escribir sobre ellos en caliente porque la verdad es que me pudo la emoción. Por eso ahora, en frío y con mayor perspectiva, es justo poner en valor el excepcional partido que realizaron David y Augusto, Merino y Titín, el pasado domingo en el frontón Ogueta de Vitoria.
Desde la pantalla del televisor fuimos muchos miles los riojanos que nos emocionamos y nos sentimos orgullosos de la pareja formada por el de Villar de Torre y el de Tricio: lo dieron todo, se esforzaron al máximo, se compenetran a la perfección y están teniendo su recompensa. Una recompensa que basa sus raíces en la sencillez, en la modestia, en la constancia, en el trabajo y el esfuerzo diario, y que se materializa y logra sus frutos en cada tanto, en cada victoria. Y es un trabajo que está cosechando triunfos, contagiando ilusión, sembrando cantera y escribiendo el futuro de un deporte que es muy nuestro, la pelota a mano.
Durante días la prensa escrita del País Vasco, de Navarra y de La Rioja ha llenado páginas sobre un partido que será recordado -especialmente ese último tanto con un David Merino heroico- por el espectáculo ofrecido, por la casta. Qué decir también de Cecilio, el joven pelotari de Ezcaray, que también nos representará en la final de promoción.
Augusto, David, Cecilio; Rioja Reserva y Rioja Crianza; el maestro y los alumnos; el presente y el futuro; el que tantas alegrías nos da y los que tantas nos tienen que dar; no dudéis que el domingo 29 toda La Rioja entrará en un frontón, toda La Rioja jugará con vosotros.